Redes Sociales y Violencia de Género
Discusión sobre la formación de ciudadanos y el rol de la Universidad
La violencia de género ha dejado de ser una categoría relegada a los estudios de la mujer de grupos organizados en función de activismos feministas o círculos académicos dedicados a estudiar fenómenos sociales vinculados a la violencia simbólica. Hoy por hoy se ha constituido en un concepto presente en las campañas de sensibilización impulsadas en redes sociales, en los medios de comunicación informando crímenes horrorosos y en campañas a nivel global incluso con la figuración de personajes reconocidos del ámbito artístico-cultural. Por ejemplo, Campaña Digital #MeToo, #YoTeCreo #NiUnaMenos #MiPrimerAcoso y hoy nos estremecemos con el caso Epstein y sus repercusiones. Incluso ha sido un concepto diferenciador entre los programas de candidatos/as a cargos de representación pública.
La violencia de género ha sido ampliamente estudiada en los últimos años y se ha robustecido como una categoría de análisis de las relaciones asimétricas de poder en una sociedad donde los roles de género aprendidos socialmente facilitan, reproducen y profundizan las relaciones basadas en la desigualdad y naturalizan la violencia como mecanismo de resolución de problemas. No obstante, la violencia de género ha comenzado a transformarse junto a los vertiginosos cambios del nuevo milenio. La violencia simbólica se ha transformado para ser una violencia digital que traspasa el llamado cyberbullying (que se dirige a una persona digital en particular como víctima de estos contenidos) a una cyberviolencia de género donde contenidos compartidos y viralizados tienen efectos insospechados y de un impacto aún inconmensurable. Diversos estudios han evidenciado que las conductas matonescas expresadas en las redes sociales se han convertido en un problema que afecta las relaciones interpersonales en el contexto escolar, laboral y social de las personas y ha comenzado a ser estudiada por el impacto de dicha violencia y sus secuelas socioafectivas y psicológicas ulteriores. Esto se ha recrudecido durante la pandemia COVID-19 tal como lo han informado los organismos de colaboración internacional y reparticiones sanitarias públicas.
Castells ya nos advertía el 2001 que la internet acarreaba no sólo la democratización del conocimiento sino una revolución en nuestras prácticas cotidianas. Las acciones individuales dejan de tener el impacto en el medio inmediato (como podría ser en conductas offline o en la vida real) sino que son potenciados en una doble vía y con efecto replicador exponencial y ampliando sus manifestaciones. Esto nos obliga a generar espacios desde los diferentes escenarios o contextos socializadores para discutir, analizar y renovar los compromisos con el respeto por los demás y con nosotros mismos. Educar en la empatía, la colaboración y la democracia no debiera ser visto como una asignatura de educación cívica, sino como una forma de formar personas íntegras para el siglo XXI. De este modo, el compromiso social nos demanda reflexionar sobre los alcances de la alfabetización digital, ya no consiste solo en enseñar a usar un correo electrónico o un buscador de información, sino que tiene relación con la forma en que elegimos construir una imagen digital, una identidad digital y una reputación. Los alcances y consecuencias de nuestras acciones en la red.
De esta forma, como Universidad reconocemos que existen una serie de acontecimientos en la coyuntura política y en la complejidad de las organizaciones educativas en las se fortalece y reafirma el rol formador de ciudadanos más allá de las especialidades disciplinares. Nos sentimos convocados a la construcción de una sociedad que se transforme no sólo la realidad material, sino que modifique las construcciones sociales para avanzar hacia una sociedad más justa, más igualitaria y más solidaria.
Las Universidades deben no sólo incorporar y reflexionar sobre los alcances pedagógicos de las nuevas tecnologías, sino que comprender los cambios en la complejidad de los sistemas sociales a partir de una sociedad hiperconectada y -en palabras del filósofo coreano Byung Chul Han- funcionando en un contexto del dataísmo o bigdata. Naufragan las identidades y subjetividades en el devenir de las construcciones hipervinculadas e hipercontectadas que sobrevaloran el sentido de lo inmediato y de la parcialidad sensorial (audiovisual) en desmedro de la sensibilidad del tacto y el olfato. De esta forma, y con este influjo digital la formación de profesionales y ciudadanos nos desafía a abrir espacios reflexivos y críticos para la transformación de la realidad y no sólo cumplir el rol estático de la formación disciplinar.
Patricia E. Rojas Alarcón
Licenciada en Psicología
Postítulo en Políticas Públicas Desarrollo y Género
Diplomada en Docencia Universitaria
Magíster en Análisis Sistémico Social U de Chile
Máster en Tecnología, Aprendizaje y Educación UPV/EHU
Doctoranda Universidad del País Vasco, España
Decana de la Facultad de Humanidades, Ciencias Jurídicas y Sociales Universidad de Aconcagua